jueves, 28 de enero de 2010

HORROR


No ha cumplido aún los treinta años, pero la mirada de Caddy Adzuba (República Democrática del Congo, 1981) rezuma una tristeza que estremece. Tanta como determinación.
Esta periodista llegó a España el pasado 26 de diciembre, huyendo de las amenazas de muerte que llegaban a su teléfono móvil prometiendo “cerrarle la boca con una bala en la cabeza”. De hecho, ya había esquivado alguna milagrosamente: una mañana, recibió una visita inesperada en su propia casa antes de acudir al trabajo en Radio Okaki (emisora de la ONU), donde denunciaba sin desaliento las atrocidades. Allí ha visto morir a tres de sus colegas masculinos.
Hace unos días, tuve el honor de compartir con ella una comida que organizaba el Club de las 25. Esta asociación de mujeres feministas le otorgó el pasado año un merecido premio a su lucha por la libertad de expresión y de prensa en su país. (No pudo recoger el galardón entonces y fue Amelia Valcárcel quien lo recibió en su nombre.) También le concedieron, unos meses antes, el premio internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado.
De Caddy impresiona no sólo su trayectoria vital y profesional, sino su forma de narrar. Como en las viejas tradiciones orales, recojo su testigo e intento trasladaros su historia lo más fielmente posible.
Imaginaos la escena: una noche, después de la cena, la tranquilidad de una familia –madre, padre y cinco hijos- se ve bruscamente quebrada por la entrada en su hogar de los rebeldes. La mujer es violada una y otra vez delante de sus seres queridos e incluso fuerzan a su hijo mayor a que lo haga. Mientras, el marido intenta oponer resistencia. Y comienzan a cortarle la lengua, las orejas, la nariz… hasta que se desangra vivo allí mismo.
Se llevan a la madre y a los niños a la jungla, donde ella es utilizada como esclava sexual y les separan. Al quinto día, cuando ella pregunta por ellos, le dicen que la carne que ha estado comiendo durante esas jornadas pertenece a sus hijos. Y, para demostrárselo, le enseñan las cinco cabezas.
La mujer suplica entonces por su muerte porque, como católica, no puede quitarse la vida. La respuesta de los bárbaros es que no tiene derecho a morir y que debe vivir con esa pena.
Cuando una de las asociaciones en las que Caddy participa la encuentra vagando por la carretera, se la llevan aferrada a una bolsa de plástico: allí están los restos de sus hijos y no permite que nadie la separe de ellos ni los entierre.
Caddy estuvo con ella en el hospital el 20 de diciembre.
Esta es sólo una historia entre las de 300.000 mujeres agredidas sexualmente y utilizadas como estrategia de guerra en el Congo. 300.000 vidas rotas con edades comprendidas entre los tres meses (sí, un bebé) y los 85 años. Y 40.000 niños-soldado reclutados por los grupos rebeldes. Y 350.000 huérfanos vagando por las carreteras.
Mientras, los países ricos compramos su coltán y su casiterita (minerales que se utilizan en la fabricación de teléfonos móviles, videojuegos y componentes electrónicos), extraídos de las minas del este que controlan los guerrilleros de mil facciones. Los mismos que violan a las mujeres con sus penes, sus cuchillos, sus cigarrillos encendidos o guijarros y les seccionan desde la vagina hasta el año. Algunos de esos animales tienen hoy, incluso, puestos en el gobierno.
Caddy está en España para pedirnos que, entre todos y aprovechando la presidencia española, reclamemos al Parlamento Europeo el cumplimiento de la Resolución 1325 de Naciones Unidas: se celebra este año su décimo aniversario y establece la protección de mujeres y niños en zonas de conflicto. Tan sólo 23 países en el mundo tienen un plan nacional para aplicar esa resolución.
Sin duda, ella es también una “actora de paz”, figura para que la Cuarta Conferencia de la Mujer (Pekín, 1995) pidió apoyo expreso.
Cady Adzuba estará en nuestro país hasta el 20 de abril -gracias a la fundación Euroárabe y a la Diputación de Granada-, explicando en seminarios y conferencias este horror silenciado que dura ya demasiado. Los periodistas estamos muy ocupados explicando en primera persona y en primer plano la catástrofe de Haití, de cuyo desastre también nos habíamos olvidado hasta el terremoto del pasado 12 de enero.

http://www.servicioshf.com/hfblogs/hannah_hormonas/2010/01/22/horrores-silenciados/

miércoles, 27 de enero de 2010

NOMBRA EN FEMENINO EN TU PC



El Instituto de la Mujer ofrece acceso gratuito en su web al programa "Nombra en Red" que se instala en el ordenador como cualquier diccionario electrónico y que permite consultar las dudas para evitar utilizar lenguaje sexista en tus textos.

Para utilizar el programa bajalo a tu ordenador (es un archivo ejecutable (.exe) y después instálalo cliqueando sobre el archivo que te has bajado.

“Nombra.en.red” es una obra realizada a partir de distintos textos en los que se ha buscado las expresiones sexistas o que ignoran la presencia femenina, y ofrece alternativas: sustituir el masculino por un sustantivo genérico (personal, equipo, colectivo, público, gente); uso de sustantivos abstractos (profesorado, alumnado, clientela); cambios en la redacción o uso de perífrasis para evitar reducir al masculino una referencia.

MUJERES Y FRONTERAS

Mujeres y Fronteras - Women at the border

martes, 5 de enero de 2010

MUJERES BRAVAS

ELOGIO A LA MUJER BRAVA

Héctor Abad



Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas.

A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas planta-das, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subal-ternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos!

Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza.

Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.

Vamos hombres, por esas mujeres bravas!!!